Cuando una lesión afecta la integridad de las paredes de los vasos
sanguíneos, se ponen en marcha una serie de mecanismos que tienden a limitar la
pérdida de sangre. Estos mecanismos llamados de "hemostasia"
comprenden la vasoconstricción local del vaso, el depósito y agregación de
plaquetas y la coagulación de la sangre.
Se denomina coagulación al proceso por el cual la sangre pierde su
liquidez, tornándose similar a un gel en primera instancia y luego sólida, sin
experimentar un verdadero cambio de estado.
Este proceso es debido, en última instancia, a que una proteína soluble
que normalmente se encuentra en la sangre, el fibrinógeno, experimenta un
cambio químico que la convierte en insoluble y con la capacidad de entrelazarse
con otras moléculas iguales, para formar enormes agregados macromoleculares en
forma de una red tridimensional.
El fibrinógeno, una vez transformado, recibe el nombre de fibrina. La
coagulación es por lo tanto, el proceso enzimático por el cual el fibrinógeno
soluble se convierte en fibrina insoluble, capaz de polimerizar y
entrecruzarse.
Un coágulo es, por lo tanto, una red tridimensional de fibrina que
eventualmente ha atrapado entre sus fibras a otras proteínas, agua, sales y
hasta células sanguíneas.