La
micción es un proceso por el que la vejiga urinaria se vacía de orina cuando
está llena. La vejiga (que en estado vacío se encuentra comprimida por los
demás órganos) se llena poco a poco hasta que la tensión de sus paredes se
eleva por encima de un valor umbral y entonces se desencadena un reflejo
neurógeno llamado reflejo miccional que provoca la micción (orinar), y si no se
consigue, al menos produce el deseo consciente de orinar. El proceso de la
micción es, en la mayoría de las veces, controlado voluntariamente. La
incontinencia urinaria es el control pobre o ausente de la micción
La
micción refleja es un proceso medular completamente automático. En las paredes
de la vejiga urinaria existen unos receptores sensoriales llamados receptores
de estiramiento de la pared vesical que captan la presión y el aumento del
volumen de la vejiga. Los más importantes son los localizados en el cuello
vesical. Estos receptores sensitivos provocan potenciales de acción que se
transmiten por los nervios pélvicos a los segmentos sacros S-2 y S-3. En estos
núcleos sacros se originan fibras motoras del sistema nervioso parasimpático
que terminan en células ganglionares nerviosas localizadas en la pared de la
vejiga encargadas de inervar al músculo detrusor de la vejiga. Este arco
reflejo se repite durante unos minutos cada vez más para aumentar la presión de
la vejiga y se inhibe conscientemente por el cerebro si no se produce la
micción.
A
veces el cúmulo de reflejos miccionales es tan grande que el impulso nervioso
pasa al nervio pudendo hacia el esfínter externo urinario para inhibirlo. Si
esta inhibición es más intensa que las señales conscientes voluntarias del
cerebro, ocurrirá la micción involuntaria (incontinencia urinaria).
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